miércoles, 21 de octubre de 2009

Breve reflexión sobre la danza...

Este texto me ha cautivado:

La danza del vientre del siglo XXI es el resultado de una potentísima fusión. Al principio, casi en la prehistoria, mujeres de pura tierra movían únicamente las caderas en un rito de intensa fertilidad.
Poco a poco esa mujeres entraron en contacto con los otros elementos primigenios: las persas movían las manos elevándolas al aire; en la mirada de las señoras del harén había fuego...

. Los movimientos se fueron ondulando más y más, hasta hacerse casi acuáticos... Volviendo a lo de una occidental bailando la danza del vientre, por supuesto que ese baile tiene un origen claro y un universo sabido, pero en realidad, puede bailarlo cualquier mujer que quiera recuperar aquello que, de alguna manera, le ha sido hurtado: su cuerpo, sus caderas, sus curvas. Su chakra primero, ése que nos ha sido cercenado.



Si éste se enciende puede llevarnos al éxtasis y al contacto con la Naturaleza más poderosa, es por lo que nos lo han hecho ocultar hasta casi provocar su desaparición.

Occidente ha desarrollado una danza en exceso estilizada y gimnástica que se aleja de la tierra. Espectacular, eso sí, muy espectacular. Cuando contactas y conectas con los mil bailes del Oriente, o con el flamenco mismo, descubres que lo suyo, a pesar de la gran perfección, de la maravilla, de sus pasos y movimientos, es simple, muy simple y busca la relación con lo que nos da la vida.

No hay fiesta sin bailarina, bailarina que llegó a bailar en antiguos templos como una sacerdotisa. Pero por otro lado, ningún hombre quiere que la que baile sea su mujer o su hija porque aquella que ejecuta la danza del vientre está considerada, en ciertos casos, lugares y momentos, peor que una perdida.
Las desprecian, las aman y crearon mil músicas diferentes para acompañarlas. Bailan al ritmo de sones populares y antiquísimos. También al de otros de altísima sofisticación y clasicismo.

En Occidente la imagen de una bailarina de la danza del vientre es...
- ...La que nos transmitieron aquellos primeros viajeros y artistas llamados orientalistas. Cayeron bajo el embrujo de pueblos que no habían renunciado a su unión con la tierra verdadera. Una imagen puede que idealizada pero real: supieron captar la sensualidad de la mujer que reconoce su cuerpo y su placer.

Por Maialen Urdapilleta

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